Las conclusiones de la cumbre de Barcelona no hemos oído ni leído que puedan ser consideradas “históricas”. En cambio, la manifestación de casi 400.000 personas pidiendo que, puestos a globalizar, estaría bien que se globalizase también la solidaridad, sí que todo el mundo considera que fue un éxito. Un éxito sin matices que ha dejado con el culo al aire a muchos políticos y a no menos medios de comunicación que los secundaron. Para no hurgar en la herida podríamos hablar del Financial o del Wall Street Journal que pronosticaban la muerte del movimiento mundial social en las mismas cenizas de las Torres Gemelas de Nueva York.
Hace tiempo que muchos analistas brillantes del mundo en que vivimos, advierten que el peligro no es el terrorismo, sino la pobreza. Esta idea, sin embargo, se considera subversiva y aquellos que están dispuestos a defenderla pacíficamente en la calle, se les considera unos radicales peligrosos cuando no unos violentos antisistema, comunistas de nuevo cuño o simplemente “batasunos”.
Los mismos líderes que hace unas semanas prohibían a sus bases asistir a estas manifestaciones, ayer agradecían el civismo y ejemplo dado al mundo.
No hubiera estado mal que, de pasada, pidiesen disculpas por los adjetivos con que calificaron a priori a 400 mil personas. Sólo una cosa hay que agradecerles: su miedo y catastrofismo, actuaron de acicate. Mientras ellos se protegían de la gente detrás de 900 policías, helicópteros, fragatas, la gente protegía la ciudad de los, no llegan a 100, agitadores violentos que eran finalmente la coartada de todo...
Una lección en toda regla.
Bona tarda. Comença La Columna.