Entrevista publicada en el número de agosto de 2002 de la revista Emisiones.tv

Por Francine Gálvez

Julia Otero acaba de terminar su mejor temporada en la Columna con el corazón contento y el cuerpo algo agotado, por el compromiso que cada sobremesa realiza con la audiencia de TV3. Para ella y su equipo ya han llegado las merecidas vacaciones y ha podido despedirse hasta la próxima temporada con la audiencia más alta de la historia de su programa, una media del 24% de share. Este espacio, dirigido y presentado por Julia Otero, no ofrece a sus seguidores contenidos del corazón, ni talk show y con esa propuesta alternativa a los formatos que programan todas las demás cadenas, ha conseguido ser el programa más visto en su franja horaria, en Cataluña.

Julia Otero está contenta pero no habla en tono triunfalista, a pesar de reconocer que la competencia de la sobremesa es muy dura y TV3 ha ganado la batalla. Con ella hemos querido hablar de televisión, repasar una carrera en la que también han existido momentos más amargos, y conocer las claves que la hacen ser una de esas incombustibles profesionales, capaces de aportar algo diferente en cada uno de sus retos.

¿Cuándo y cómo descubriste que te habías enamorado de la televisión?

Creo que fue en el momento en el que supe que ella se había enamorado de mí. Yo en esa época estaba haciendo radio y fui al centro de TVE en San Cugat para hacer unos casting, un poco antes de hacer el 3x4. Tuve la fortuna de encontrarme con el que por entonces era del director de San Cugat, Sergio Saff que me dijo que sabía que no tendría problemas para relacionarme con la televisión por mi forma de mirar al objetivo. Y creo que es cierto que hay algo que no se puede aprender y que es la forma de relacionarse con ese objeto inerte. Todo lo demás lo tuve que aprender porque venía de otro mundo.

Resulta curioso que mientras las televisiones generalistas fichan a los profesionales autonómicos, tú hayas hecho el proceso inverso.

Cuando veo a estos profesionales que llegan de las autonómicas con tanta ilusión y cómo les promocionan... enseguida sé de qué pie cojean porque yo ya hice ese viaje y decidí que aquí estoy más cómoda.

¿Pensar en la televisión nacional te da ganas o pereza?

El caso es que, cuatro meses antes de aceptar la oferta de TV3, una televisión privada me había propuesto volver a la televisión nacional, rechacé esa propuesta y desde entonces tampoco ha habido otra. No fue por pereza sino porque tengo mis reservas. Es cierto que antes había tenido otras ofertas y no las acepté, en algunas ocasiones por una cuestión tan alejada de lo profesional como es la geografía y en otras por escrúpulos.

¿Crees que cambia mucho el trabajo de una nacional a una autonómica?

Tengo mis dudas. Imagínate que quieres hacer una paella, una más pequeña te permite encontrarle el punto exacto con más facilidad que una grande. España es un país muy plural, aunque a algunos les pese, tanto que es precisamente en esas diferencias donde no es fácil acertar.

¿Cómo crees que debería de ser ese programa ideal para un profesional?

No me atrevo a dar recetas mágicas, ni tampoco me gusta crear dogmas. Para mí la clave de mi trabajo está en que cuando acabe el programa me vaya tranquila a casa. Eso no significa que en cada programa me vaya contenta del resultado, pero lo que nunca tengo son remordimientos o vergüenza por lo que he hecho. Yo hoy soy capaz de firmar por todo mi pasado profesional.

¿Dónde queda para ti la decisión o los gustos del público?

Acepto totalmente el criterio del público, pero en el caso de La Columna mi decisión ha sido ofrecer una alternativa a lo que existe en el panorama actual y esperar a que esa alternativa les pareciese lo suficientemente atractiva como para que yo pudiera seguir haciendo el programa. Así que decidí convertir mi espacio en un periódico televisivo en el que encuentras desde deporte a literatura, espectáculos, moda, etc.

Y de repente, la alternativa se convierte en el programa de más audiencia...

Es que a veces existe en televisión demasiada pereza a probar o miedo, o tal vez una mezcla de las dos cosas. Es increíble ver cómo con la llegada de las privadas y el comienzo de la competencia en lugar de provocar programas diferentes ha ido homogeneizando la oferta. A mí como profesional me parece muy poco excitante esta situación y como espectadora no me interesa. Así que he optado por encontrar mi propio lugar.

Eres de las pocas profesionales que dirigen y presentan a la vez ¿No resulta demasiado?

Para mí ahora lo complicado sería no tener el control exhaustivo de lo que hago, me costaría mucho delegar porque soy una metomentodo. Me gusta tener la responsabilidad de todo y estar también cuando vienen mal dadas, creo que es lo más justo cuando das la cara porque lo haces hasta las últimas consecuencias. También es cierto que tengo una subdirectora en la que confío plenamente, las decisiones que toma y su criterio van en consonancia con lo que busco. No estoy sola porque no hay pirámide en La Columna, yo soy muy asamblearia.

A pesar de que no todos tus programas han arrasado en audiencia, eres de las profesionales a las que parece que todo va bien. ¿Cuál es la clave?

Yo creo que se debe a que si ves mi curriculum encuentras una coherencia, es como un ovillo del que tiras y tiene continuidad del principio al final. No hay una ruptura, ni un eslabón perdido. Por otro lado, esta continuidad no significa que no acepte retos, no creo que se deba a una actitud cobarde. Por ejemplo, cuando arranqué La Columna nadie hacía este tipo de programa y nos costó encontrar un diseño de programa en el que se pudiese hablar de libros pero de una manera divertida. Es posible traer a la televisión a un escritor y que nos cuente su obra de una forma entretenida.

Ese planteamiento es único en tu franja horaria...

Y no siempre hemos tenido el apoyo de la audiencia. El año pasado cuando comenzó Gran hermano sufrimos mucho, no subíamos del 17. Afortunadamente nadie nos pidió que cambiáramos la línea editorial del programa. También es cierto que probablemente en una privada no habrían tenido la paciencia para que despegara el programa.

Hablando de privadas y públicas, ¿qué te parece que se esté hablando de privatizar la gestión de las televisiones públicas?

La decisión de privatizar la tienen los políticos y los que trabajamos en televisión tenemos poco que decir. Normalmente esas ideas vienen de los grupos que están en la oposición que siempre aseguran que cuando lleguen al poder van a privatizar la televisión y cuando llegan... Antes se decía que la televisión era el juguete de los políticos, ahora es mucho más que un juguete porque se ha convertido en la mejor baza que tienen para vender su mensaje. Así que los profesionales nos tenemos que mover entre esa evidencia y nuestra credibilidad. Indro Montanelli decía que un periodista en estas situaciones pierde su credibilidad o su trabajo.

¿No crees que es imposible resultar neutral? ¿que siempre van a decir eres de éste o de tal otro?

En el magazine que dirijo tenemos una visión plural. Por La Columna han pasado casi todos los líderes políticos de Cataluña y muchos nacionales, yo intento no sesgarme.

¿Y funciona?

A mí me funciona porque intento ser respetuosa con todos y cuando me significo es por historias que afectan a otros niveles, por ejemplo con temas que afectan a las mujeres o a los desheredados del mundo. Creo que no se puede pasar de puntillas por asuntos como estos para no perder el trabajo.

¿Qué tipo de televisión ves?

No puedo verla por mis horarios. Mientras estoy en la redacción convivo con monitores encendidos, sin audio y cuando llego a casa siempre me quedan deberes por hacer, un guión que rematar, entrevistas que preparar... Además confieso que como espectadora con la edad me he vuelto más intransigente y si no encuentro algo interesante de verdad la apago. Creo que tampoco hay que darle tanta trascendencia a la televisión porque tampoco depende de nosotros la felicidad del espectador.


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