Editorial del 21 de mayo de 2024

El gran legado de Nuremberg, donde se juzgaron los crímenes del nazismo, fue la creación de un Tribunal Penal Internacional para perseguir los delitos de genocidio, crímenes de guerra y lesa humanidad que pudiese cometer cualquier dirigente del plantea.

El fiscal jefe de ese tribunal, acaba de solicitar que el presidente de Israel, algunos ministros de su gobierno y los líderes de Hamas sean detenidos por esos crímenes.

Es un movimiento histórico porque nunca la Corte Internacional había pedido nada parecido para el líder de un país aliado estrecho de Occidente.

Ahora los jueces deberán decidir si dan o no orden a esas detenciones que implicaría que esas personas no pudiesen poner pie en ninguno de los 124 países que suscribieron la creación de esa corte internacional.

La respuesta de Estados Unidos, que no reconoce ese tribunal, a la decisión del fiscal es la esperable. Ya ha dicho Biden que es "indignante y escandalosa", en cuanto a la reacción de Netanyahu también es la habitual, que el Tribunal Internacional es antisemita.

Todo lo que no sea apoyar ciegamente a Israel ya sabemos que es antisemita, una coartada con la que se intenta que el mundo sienta el eterno complejo de culpa y mire para otro lado cuando nos alcanza el horror de las imágenes del sufrimiento palestino.

 


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